Todo me arrastra hacia ti.
Una novela inquietante poblada de personajes históricos, como el primer duque de Fernandina, antecesor de la autora, que demuestra que es posible enfrentarse a los fantasmas del pasado.
SinopsisUna niña huérfana, Isabel d’Accaro y Dávalos de Osorio, es criada por su peculiar abuela y su excéntrica tía en un ambiente anacrónico y cerrado. La protagonista siente una fuerte atracción por la figura de don diego, un antecesor del siglo XVI representado en un grabado que cuelga en su casa.
A los veintitrés años, Isabel viaja a Nápoles. Su extraño tío abuelo, el príncipe de Atáquila, un hombre solitario y sin hijos, dueño de un sombrío palacio, ha convertido a su sobrina en su única heredera. Mientras tanto, ella, ahora historiadora, comienza a investigar sobre don Diego para escribir su tesis. Buscando la verdad se topará con una trágica y peligrosa maldición familiar.
A los veintitrés años, Isabel viaja a Nápoles. Su extraño tío abuelo, el príncipe de Atáquila, un hombre solitario y sin hijos, dueño de un sombrío palacio, ha convertido a su sobrina en su única heredera. Mientras tanto, ella, ahora historiadora, comienza a investigar sobre don Diego para escribir su tesis. Buscando la verdad se topará con una trágica y peligrosa maldición familiar.
Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, duquesa de Fernandina. En 1988 publicó sus primeros cuentos en ABC y Blanco y Negro. Articulista habitual de publicaciones como El Mundo, ABC, El Diario de Cádiz, El Semanal y Vogue, su columna “El rincón de la mujer inútil”, se publicó en la revista Manifiesto del siglo XXI durante un año. También ha colaborado en la publicación de Internet Firmas de Terra y en la revista musical Temporadas.
En la cena de la segunda edición del Premio de Novela de Novela Histórica Alfonso X el Sabio del año 2002, celebrado en Toledo, Javier de Montini, por entonces director en Madrid de la revista Lecturas, me presentó a Pilar González de Gregorio, duquesa de Fernandina. Pilar me comentó que había escrito una novela que esperaba que se publicase en primavera con la editorial MR Ediciones. Llegó la primavera, y con ella la publicación de la primera novela de Pilar González de Gregorio “Nápoles 23”.
Pilar llegó a Santiago con su elegancia y su saber estar, a promocionar “Nápoles 23”, y ante la prensa que yo había convocado, concedió entrevistas a lo largo del día, en el Hostal de los reyes Católicos.
Al finalizar la promoción dimos un pequeño paseo al abrigo de un paraguas para protegernos de la lluvia, deteniéndonos ante los escaparates y vitrinas de las tiendas, admirando las joyas de azabache, que en Santiago trabajan los artesanos desde el siglo XI.
Pilar llegó a Santiago con su elegancia y su saber estar, a promocionar “Nápoles 23”, y ante la prensa que yo había convocado, concedió entrevistas a lo largo del día, en el Hostal de los reyes Católicos.
Al finalizar la promoción dimos un pequeño paseo al abrigo de un paraguas para protegernos de la lluvia, deteniéndonos ante los escaparates y vitrinas de las tiendas, admirando las joyas de azabache, que en Santiago trabajan los artesanos desde el siglo XI.
ENTREVISTAS
El Correo Gallego: Xurxo Fernández
La Rosa de los Vientos
Titular: “Nobleza”
Si, por necesidades de exactitud comprehensiva, tuviese que escribir aquí el nombre completo de María del Pilar Leticia González de Gregorio y Álvarez de Toledo, Duquesa de Fernandina, me vería en serios problemas, y quizás hubiera de recurrir a mi vecino hide-behind, Miguel Giráldez, para que me cediera su espacio. Y ni aún así conseguiría completar esos ecos de tan alta alcurnia que incluyen el blasón de Grande de España.
Uno lee sobre la nobleza en Hola o Semana. Por eso, hasta el más desinformado sabe que nuestra Pilar es hija de la Duquesa de Medina Sidonia, llamada popularmente La Duquesa Roja. Aunque ese parentesco, como ella misma nos indica, es una mera circunstancia biológica, y hace comprender que las relaciones materno filiales no son, precisamente, una balsa de aceite. Por esos mismos heraldos sabemos que estuvo casada con Rafael Márquez Osorio. Y también con Joaquín Soriano, uno de los mejores pianistas españoles. Uno, que da por supuestas demasiadas cosas, da por actual esa última relación. Y ella me aclara que está en trámite de separación. Y me hace observar que hasta los pianistas se van a por tabaco.
La cuestión es que Pilar acaba de editar novela con la gente de Martínez Roca. Se llama Nápoles 23. Es su primera obra narrativa. Previamente, y a lo largo de los años, ha colaborado con diversos medios: ABC, El Mundo, Diario de Cádiz, Vogue, El Semanal, Blanco y Negro. Tuvo especial eco su columna el rincón de la mujer inútil, para el Manifiesto del Siglo XXI.
Fruto de años ejerciendo como socióloga. Como analista de modos, incluso como maestra de buenas costumbres –llegó a impartir clase de modales-, le ha salido precisamente eso: una novela sociológica. Insiste en que cierta aristocracia –la suya- posee la cualidad de la anarquía. No es la primera en afirmarlo. Teixeira de Pascoaes o Fernando Pessoa se la atribuían asimismo a cierta realeza y a los banqueros Y, desde luego, el retrato que nos ha perfilado de esas personas ancladas en un pasado de normas estrictas es el de personajes a la deriva –dice uno: Todas las cosas realmente exquisitas se están extinguiendo-, que llaman tanto la atención entre la gente corriente como pueden hacerlo los combos cabra y trompeta.
Pero Nápoles 23 –en esa ciudad transcurre la acción- es algo más. Es el narrar con claridad y el misterio de un Rulfo o de un Mújica Laínez –a quien conoció en Buenos Aires-. Es la atracción por lo atávico -Todo me arrastra hacia ti, reza el subtitulo-, la confrontación con el destino, con lo prefijado, con lo inexorable de una maldición familiar.
Stendhal, en su Roma, Nápoles y Florencia –cuyo original, por cierto, se subastaba el pasado 29 de noviembre en Christe’s de parís- , llamaba a la ciudad de la costa amalfitana el centro de toda la cultura mediterránea.
El propio Beyle insistía, en su Vida de Rossini, que Nápoles era el lugar natal de las bellas melodías. Pero nos advertía respecto a las maldiciones locales: siempre cumplen. La “jetatura” nos decía, es el coco del reino de Nápoles. Si padecéis una “jetatura”, todo va mal en vuestra casa. Para prevenir, cada miembro de la familia lleva una docena de reliquias y de “agnus Dei”.
El final de la novela es sorprendente, espectacular, absolutamente viscontiano. Apolo sigue velando por la vieja Buena Nueva del buen gusto. Y Pilar es la última de sus vestales.
El Correo Gallego: Xurxo Fernández
La Rosa de los Vientos
Titular: “Nobleza”
Si, por necesidades de exactitud comprehensiva, tuviese que escribir aquí el nombre completo de María del Pilar Leticia González de Gregorio y Álvarez de Toledo, Duquesa de Fernandina, me vería en serios problemas, y quizás hubiera de recurrir a mi vecino hide-behind, Miguel Giráldez, para que me cediera su espacio. Y ni aún así conseguiría completar esos ecos de tan alta alcurnia que incluyen el blasón de Grande de España.
Uno lee sobre la nobleza en Hola o Semana. Por eso, hasta el más desinformado sabe que nuestra Pilar es hija de la Duquesa de Medina Sidonia, llamada popularmente La Duquesa Roja. Aunque ese parentesco, como ella misma nos indica, es una mera circunstancia biológica, y hace comprender que las relaciones materno filiales no son, precisamente, una balsa de aceite. Por esos mismos heraldos sabemos que estuvo casada con Rafael Márquez Osorio. Y también con Joaquín Soriano, uno de los mejores pianistas españoles. Uno, que da por supuestas demasiadas cosas, da por actual esa última relación. Y ella me aclara que está en trámite de separación. Y me hace observar que hasta los pianistas se van a por tabaco.
La cuestión es que Pilar acaba de editar novela con la gente de Martínez Roca. Se llama Nápoles 23. Es su primera obra narrativa. Previamente, y a lo largo de los años, ha colaborado con diversos medios: ABC, El Mundo, Diario de Cádiz, Vogue, El Semanal, Blanco y Negro. Tuvo especial eco su columna el rincón de la mujer inútil, para el Manifiesto del Siglo XXI.
Fruto de años ejerciendo como socióloga. Como analista de modos, incluso como maestra de buenas costumbres –llegó a impartir clase de modales-, le ha salido precisamente eso: una novela sociológica. Insiste en que cierta aristocracia –la suya- posee la cualidad de la anarquía. No es la primera en afirmarlo. Teixeira de Pascoaes o Fernando Pessoa se la atribuían asimismo a cierta realeza y a los banqueros Y, desde luego, el retrato que nos ha perfilado de esas personas ancladas en un pasado de normas estrictas es el de personajes a la deriva –dice uno: Todas las cosas realmente exquisitas se están extinguiendo-, que llaman tanto la atención entre la gente corriente como pueden hacerlo los combos cabra y trompeta.
Pero Nápoles 23 –en esa ciudad transcurre la acción- es algo más. Es el narrar con claridad y el misterio de un Rulfo o de un Mújica Laínez –a quien conoció en Buenos Aires-. Es la atracción por lo atávico -Todo me arrastra hacia ti, reza el subtitulo-, la confrontación con el destino, con lo prefijado, con lo inexorable de una maldición familiar.
Stendhal, en su Roma, Nápoles y Florencia –cuyo original, por cierto, se subastaba el pasado 29 de noviembre en Christe’s de parís- , llamaba a la ciudad de la costa amalfitana el centro de toda la cultura mediterránea.
El propio Beyle insistía, en su Vida de Rossini, que Nápoles era el lugar natal de las bellas melodías. Pero nos advertía respecto a las maldiciones locales: siempre cumplen. La “jetatura” nos decía, es el coco del reino de Nápoles. Si padecéis una “jetatura”, todo va mal en vuestra casa. Para prevenir, cada miembro de la familia lleva una docena de reliquias y de “agnus Dei”.
El final de la novela es sorprendente, espectacular, absolutamente viscontiano. Apolo sigue velando por la vieja Buena Nueva del buen gusto. Y Pilar es la última de sus vestales.
Faro de Vigo: Carmen Villar
Titular: “Como clase social, la nobleza ya no es lo que era”
Pilar González de Gregorio, duquesa de Fernandina, no es nueva en esto de escribir, aunque hasta ahora sus manejos se reducían al ámbito periodístico. Ahora se atreve con su primera novela, de fantasmas y amores inmortales que recuerdan a los recreados por Bram Stoker. Ayer estuvo en Santiago para presentar en persona “Nápoles 23”.
Titular: “Como clase social, la nobleza ya no es lo que era”
Pilar González de Gregorio, duquesa de Fernandina, no es nueva en esto de escribir, aunque hasta ahora sus manejos se reducían al ámbito periodístico. Ahora se atreve con su primera novela, de fantasmas y amores inmortales que recuerdan a los recreados por Bram Stoker. Ayer estuvo en Santiago para presentar en persona “Nápoles 23”.
-Tal como usted la describe, la rancia nobleza parece un anacronismo…
Lo que es un anacronismo es una manera de vivir que ya no existe, con una serie de ritos que pertenecen al pasado, que eran propios de una cierta clase social y que perduraron en ciertas personas mayores.
-¿Y cómo es la nobleza de estos tiempos?
-Va por libre porque ya no existe en realidad como clase. Como clase social ya no es lo que era.
-¿”La decadencia es poesía”?
-Sí, a veces las cosas nuevas, flamantes, hacen que se pierda la atmósfera.
-¿Se debe a eso a que afirme que las cosas exquisitas se están extinguiendo?
-Lo exquisito es algo hecho únicamente por estética, sin pensar en lo comercial. Se creaba pensando en la belleza, no tanto en su utilidad. Y ya no se hace.
-No parece tener buena opinión de los hombres…
-A mi me ha hecho un poco de daño… Las nuevas generaciones ya no son así, pero los hombres de antes eran todavía la flor y nata del machismo. Eso de que en el momento en que te entregabas ya dejabas de interesarles… es horrible, porque te tenías que pasar la vida haciendo una comedia. No es honesto porque no puedes expresar libremente lo que estás sintiendo.
-¿Cree en los fantasmas?
-No, sólo en este libro, aunque supongo que algo se queda impregnado en los sitios viejos…
-Descubre una faceta del Renacimiento un tanto diferente a la luz y la razón…
-Investigué bastante esa época y además de ser una era en la que imperaba la razón, era también un momento lleno de cinismo y crueldad. No hay más que ver las prácticas que se hacían en la vida normal: el asesinato, el placer cínico… aunque ese lado siempre ha existido, en el Renacimiento se vivió con mucha desfachatez.
-Un personaje dice que la caída del muro de Berlín trajo libertad, pero también vacío…
-El mundo se mantenía en el equilibrio de la guerra fría. La caída del muro creó una situación de incertidumbre…
-Tampoco parece que los médicos de la cabeza sean santos de su devoción. ¿Acaso a alguien que ve fantasmas no le recomendaría una consulta?
-Depende. Si veo a alguien muy torturado y su conducta es patológica, si. Pero los psiquiatras y psicólogos bastantes dramas tienen en su vida. ¿Por qué no se aplican a sí mismos su sabiduría? Además, no sé si son más eficientes que un nigromante, por ejemplo, con el inconveniente añadido de que te recetan medicamentos que a veces te crean un problema más.
Lo que es un anacronismo es una manera de vivir que ya no existe, con una serie de ritos que pertenecen al pasado, que eran propios de una cierta clase social y que perduraron en ciertas personas mayores.
-¿Y cómo es la nobleza de estos tiempos?
-Va por libre porque ya no existe en realidad como clase. Como clase social ya no es lo que era.
-¿”La decadencia es poesía”?
-Sí, a veces las cosas nuevas, flamantes, hacen que se pierda la atmósfera.
-¿Se debe a eso a que afirme que las cosas exquisitas se están extinguiendo?
-Lo exquisito es algo hecho únicamente por estética, sin pensar en lo comercial. Se creaba pensando en la belleza, no tanto en su utilidad. Y ya no se hace.
-No parece tener buena opinión de los hombres…
-A mi me ha hecho un poco de daño… Las nuevas generaciones ya no son así, pero los hombres de antes eran todavía la flor y nata del machismo. Eso de que en el momento en que te entregabas ya dejabas de interesarles… es horrible, porque te tenías que pasar la vida haciendo una comedia. No es honesto porque no puedes expresar libremente lo que estás sintiendo.
-¿Cree en los fantasmas?
-No, sólo en este libro, aunque supongo que algo se queda impregnado en los sitios viejos…
-Descubre una faceta del Renacimiento un tanto diferente a la luz y la razón…
-Investigué bastante esa época y además de ser una era en la que imperaba la razón, era también un momento lleno de cinismo y crueldad. No hay más que ver las prácticas que se hacían en la vida normal: el asesinato, el placer cínico… aunque ese lado siempre ha existido, en el Renacimiento se vivió con mucha desfachatez.
-Un personaje dice que la caída del muro de Berlín trajo libertad, pero también vacío…
-El mundo se mantenía en el equilibrio de la guerra fría. La caída del muro creó una situación de incertidumbre…
-Tampoco parece que los médicos de la cabeza sean santos de su devoción. ¿Acaso a alguien que ve fantasmas no le recomendaría una consulta?
-Depende. Si veo a alguien muy torturado y su conducta es patológica, si. Pero los psiquiatras y psicólogos bastantes dramas tienen en su vida. ¿Por qué no se aplican a sí mismos su sabiduría? Además, no sé si son más eficientes que un nigromante, por ejemplo, con el inconveniente añadido de que te recetan medicamentos que a veces te crean un problema más.
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